En ocasiones hemos tenido la suerte de visitar yacimientos arqueológicos donde es habitual situar, ya sea en museos o gráficamente elementos como está lámpara romana. En no pocas de estas visitas se confunden estos objetos con tazas o vasijas destinadas a contener líquidos. Es uno de los ejemplos más claros que hemos conocido en el que la interpretación del objeto, que luego se puede obtener en reproducciones más o menos acertadas, cambia la percepción de la cultura material comentada.
Egipto es el origen de las lámparas romanas. En principio el recipiente es circular, con un sobresaliente para portar las con dibujos vegetales y similares. En otras ocasiones estarán abiertas donde, llena de aceite, flotaba la mecha, que se mantiene a flote con un corcho.
Posteriormente presentan dos orificios. La función de orificio del centro era permitir el rellenado del aceite. El otro orificio que normalmente está en un lugar opuesto. Aveces este orificio tiene forma alargada, de donde va a salir la mecha. Se decoran con mayor profusión con figuras mitológicas, animales o figuras humanas. Los romanos las denominan en este estadio “lucernas”.